Devolver un libro
a la biblioteca tiene sus rituales, por
lo menos para mí.
He de decir que me encanta echar un vistazo a los libros, a
los clásicos, a las novedades, a la sección infantil, a la juvenil…aunque no
tenga tiempo para coger otro.
Siempre hay miles de cosas que hacer durante el curso y hay
que regatear al tiempo. Y al final… ¡qué gaitas! Siempre habrá tiempo robado para
otro par de libros. No me importa tener tres o cuatro empezados. Y Si decido
seguir leyéndolos, buena señal, es que he sobrepasado la meta de la página 32.
Para mí, es un número mítico. Podría estar pensando en el 21, como Fernando y
Silvia. Tres veces siete.
¡Qué coincidencia! 21 relatos por la educación.
Un libro forrado, ¡Qué raro! No suelen estar así en las
bibliotecas, aunque claro, un libro con esta temática es casi seguro que ha
pasado por las cuidadosas manos de algún docente, de esos que les gusta
llamarse maestros, mejor que profesores. La portada apunta maneras y el
reparto, es de equipo de selección, pero de esas de las que ganan mundiales.
Al echar un vistazo a la lista de autores y ver que varios ya
habían pasado por el cole, es como respirar profundo, ver que sus ideas todavía
fluyen como un eco tardío de sus palabras. Son estos malabaristas del verbo
escribir, algunos de esos que un día nos
dejaron sus autógrafos en el pasillo de los retratos, entre la Biblioteca
Miguel de Montaigne y la Biblioteca María Puncel. Tengo que decir que salgo
emocionado hojeando el libro, buscando a Gisbert, a Moure, a Gómez Cerdá… Son relatos cortos, apuntan a síntesis, a esencia. Y para colmo al fichar
el libro, la bibliotecaria me lo recomienda como “muy bueno”. Tenemos suerte en
Tudela, si está recomendado, es acierto seguro. Entregado para disfrutar
leyendo.
Un par de noches de libro de mesilla y un spring de fin de
semana. Me gusta leer lento, disfrutando paso a paso, pero, ya no puedo parar,
estoy enganchado a estos relatos que hablan de pasión, de halagos y reproches, de luchas y temores, de
recuerdos y escuela, de futuro y esperanza. No soy de lágrima fácil y me he
visto con los ojos húmedos en varios momentos. Con ganas de anotar frases
dignas de citas lapidarias. De subrayar con fosforito. Creo que lo zanjaré comprando el libro y dejándolo en la sala de
profesores. No puedo quedarme para mí solo todo lo que he sentido con estas
páginas.
Lwisfer