6/6/10

SARA, FINALISTA DEL CONCURSO JEROMÍN, Y SU RELATO


LA MONEDA Y SU VIAJE

Erase una vez una pequeña moneda de cincuenta céntimos. La pequeña moneda estaba harta de que todo el mundo la tocase. Un día muy soleado un señor sacó de su cartera a la moneda de cincuenta céntimos, cuando la iba a meter en una cabina telefónica para poder hablar por teléfono, la moneda cayó al suelo sin que ella quisiera y se fue rodando y rodando hasta que llegó a una alcantarilla y se cayó por ella.
         La pobre moneda se quedó allí muchos días solita y triste. Hasta que un día empezó a llover, y a la pobre moneda la arrastró y la arrastró la lluvia. Cuando llegó al río se hundió hasta el fondo donde se encontró con unas piedrecitas muy majas y empezó a hablar y hablar con ellas muchos días hasta que llegó una corriente muy fuerte que arrastró a la pequeña moneda hasta la orilla. Cuando estaba tomando el sol muy ricamente de repente un perro que se llamaba Tobi le dio un susto de muerte. La moneda le explicó que se había perdido. El perrito le dijo que le podía ayudar. Caminaron, caminaron y caminaron hasta que Tobi le dijo:
-    ¡Es aquí!
Llamaron a la puerta y una moneda de dos euros les abrió. Tobi y la moneda entraron ¡Había un montón de monedas de todo tipo! Y detrás de todas ellas había un mapa que le daba la bienvenida comiendo un perrito caliente. Entonces el mapa le ofreció un pastelito pero la moneda dijo que no, que tenía que volver pronto a su casa. El mapa le preguntó:
-    ¿Dónde vives?

La moneda le respondió que en Valladolid. Entonces el mapa le dijo:
-    Aquí al lado hay una tienda de lavadoras en las que salen pompas que si te metes sales despedido. Métete en la que pone Valladolid.

La moneda le hizo caso y se fue a la tienda. Se metió en la pompa que ponía Valladolid y salió disparada.  La pompa explotó justo a la puerta de la casa del último dueño de la pequeña moneda. El señor abrió la puerta y en cuanto la vio se la llevó al mendigo de la esquina. El mendigo fue el primer humano en hablar a la moneda, y así la moneda comprendió que tenía que pasar de persona en persona.

La pequeña moneda vio a una perdiz comer maíz.


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